Si bien, cada civilización prehispánica tuvo sus características propias, no es menos cierto que compartían rasgos comunes. Evidencia de ello es la medicina. En las civilizaciones indígenas, las enfermedades eran asociadas al ámbito religioso, ya que eran consideradas un castigo por las faltas cometidas. De ahí que la medicina fuese una actividad practicada por los sacerdotes o shamanes, quienes ofrecían plegarias y sacriicios a los dioses para que estos devolvieran el don de la salud al enfermo. Por otra parte, emplearon medicamentos de origen mineral, animal, pero sobre todo, vegetal. Tuvieron un conocimiento extraordinario de las plantas y sus propiedades curativas, que empleaban en pomadas, pócimas, cataplasmas y buches.
Los mayas llegaron a tener una clasificación de las enfermedades de acuerdo a sus causas y síntomas, e incluso podían prevenirlas. También suturaban heridas y trataban fracturas. Para la cultura maya, la enfermedad era un desequilibrio corporal consecuencia de un mal comportamiento, o era signo de una fatalidad que vendría sobre la comunidad, por lo que procurar la salud o el equilibrio del enfermo era un asunto de interés general. En el ritual de curación, se implementaban preparados de plantas, oraciones, confesiones públicas, ofrendas, sacriicios, baños de puriicación y consumo de psicotrópicos que hacían entrar al enfermo y al shamán, en trances místicos. Existen documentos que recogen la sabiduría maya sobre la medicina. Los principales son el Ritual de los Bacabes, que revela un gran conocimiento de la botánica, y los códices Dresde y Madri
Los shamanes incas utilizaban yerbas, minerales, animales vivos y disecados; oraciones y canciones para sanar a los enfermos. También practicaban cirugías: perforaban el cráneo para extraer las causas del mal, como los espíritus. Para este tipo de intervenciones, usaban la coca, o alguna otra planta que adormeciera al paciente, como anestésico local. Existían varios tipos de médicos: El hampacamayoc se especializaba en plantas; el sancoyoc curaba a base de poderes mágicos; el sirkak se dedicaba a curar fracturas; el macsa ofrecía sacriicios y el sayac curaba mediante el uso de granos de maíz. Gran parte de las enfermedades, conocidas hoy también, fueron clasiicadas por los incas y tenían un tratamiento para cada una.
En el Imperio inca, en especial en la región andina, se descubrieron las propiedades curativas de muchas hierbas, en especial, la hoja de coca, que además de revertir los malestares causados por la altura, era utilizada en las danzas ceremoniales de los shamanes. Pero también muchas otras siguen siendo usadas en nuestros días, como la hoja de coca, la maca (revitalizante), uña de gato (anticancerígeno) y la quinua, alimento nutritivo con propiedades diuréticas, expectorantes y refrescantes
Según testimonios de cronistas de la época de la conquista, como Fray Bernardino de Sahagún, los habitantes de Tenochtitlán, capital del Imperio azteca, gozaban de buena salud y llegaban a viejos sin haber padecido enfermedades graves, entre otras razones, por la sabiduría y habilidad de sus médicos. Para los pueblos aztecas, la magia, religión y medicina estaban íntimamente ligadas, ya que tenían una visión holística del mundo y de la vida. Las enfermedades eran causadas por el desequilibrio de la fuerza vital (tonalli) cuando se transgredía una norma social, lo cual era castigado por los dioses, quienes curaban a través de médicos y shamanes.
Los aztecas llegaron a distinguir dos tipos de médicos: los ticitl, entre los que se encontraban cirujanos, traumatólogos, pediatras, y otras tantas especialidades. Estos basaban sus conocimientos en la observación y el estudio de las propiedades de las plantas. Por otro lado, los shamanes, hechiceros o nahuallis, quienes empleaban la magia y las plantas alucinógenas.
En las ciudades aztecas había casas de expendio de hierbas y preparados para distintas enfermedades. Estos farmaceutas, llamados papiani-panamacani, además asesoraban a las personas. Según los cronistas, entre los fármacos más usados se encontraban los sueros antiofídicos, debido a la gran variedad de serpientes y alimañas venenosas que había en esa zona de México